El Castillo de Jalance
El castillo de Jalance se yergue sobre un cerro ubicado al oeste de la localidad de Jalance, alzándose unos 80 m sobre el centro del pueblo. Una localización escogida por su posición estratégica: elevada, de difícil acceso y frente al río Júcar. Siendo esta ubicación lo que convierte al castillo en un excelente mirador.
De origen medieval, en época andalusí, fue edificado en algún momento entre el siglo XI y principios del siglo XII, tras la fragmentación del Califato de Córdoba, con el fin de acoger a la población en caso de conflicto, y, aunque las fechas exactas son desconocidas, ya a principios del siglo XII aparece referenciado en escritos del geógrafo ceutí Al-Idrisi. De aquellas estructuras más antiguas todavía se conservan varios tramos de muro en la celoquia, la parte central y más elevada del castillo.
Tras la conquista cristiana, se realizaron varias reformas. La primera de ellas hacia finales del siglo XIII, después de la integración del valle en el reino de Valencia, cuando se amplió y refortificó el castillo, de la que se conservan los muros exteriores de la celoquia así como la puerta de entrada al castillo y parte de la muralla que rodea la albacara. Posteriormente, a finales del siglo XIV o principios del siglo XV se produce otra reforma importante en la que se rehace gran parte de la muralla perimetral.
Las causas de todas estas reformas las encontramos en que la base rocosa sobre la que se encuentra edificado el castillo es de un material blando y algunos tramos de la muralla de la albacara se han podido derrumbar debido a la debilidad de la base en la que se asientan. Otro motivo son los daños ocasionados por los asedios durante las guerras, como la Guerra de los dos Pedros (1356-1375).
Tras estas reformas, el castillo continuó siendo empleado con distintos usos, como servir de almacén, prisión y residencia.
A principios del siglo XVII, sirvió de refugio a varios centenares moriscos durante la expulsión de los mismos en el otoño de 1609.
Tras la repoblación del valle de entre los siglos XVII y XVIII, algunas personas construyeron su vivienda en la albacara del castillo, dentro de la muralla perimetral. A este periodo corresponde el esqueleto de una mujer de avanzada edad sobre el que no hay más datos, siendo este un hallazgo extraño al no ser el castillo un lugar para enterramientos.
Al principio del siglo XVIII, durante la Guerra de Sucesión, el castillo sufre nuevamente importantes destrozos.
Las últimas obras realizadas en el castillo efectuadas para volver a utilizarlo con fines defensivos se realizan en el siglo XIX, durante las Guerras Carlistas, cuando se reconstruye gran parte del recinto, incluyendo gran pare de la muralla perimetral y se levantan cuarteles y almacenes aprovechando las estructuras anteriores que aún se conservaban. Sin embargo, estas últimas obras fueron de una calidad muy deficiente, debido a que fueron hechas con prisas para que el castillo pudiera acoger a la población ante los ataques de las tropas carlistas, lo que ha contribuido a su rápido deterioro.
Durante el resto del siglo XIX, algunas de las construcciones volvieron a ser habitadas, quedando abandonado definitivamente hacia el siglo XX, durante el cual el castillo permaneció a merced de los fenómenos meteorológicos, el crecimiento de vegetación y los actos vandálicos.
No sería hasta finales de ese siglo cuando se producirían las primeras intervenciones arqueológicas, incluyendo excavaciones y reconstrucciones de algunos tramos de murallas en la albacara y en la celoquia. También se realizó el descubrimiento de restos de cerámica ibérica de entre los siglos V y III a.C. que sugieren la presencia de un pequeño poblado íbero mucho antes de la construcción del castillo.
Actualmente y desde 2016, se continúa con los trabajos arqueológicos, habiéndose intervenido en todo el recinto, lo que incluye la consolidación de toda la muralla perimetral y varias construcciones en la albacara y la celoquia.