Mercado municipal

Desde 1835, la venta de frutas y verduras se realizaba en esta plaza hasta que, en 1853, pasó a hacerse en las dependencias del ruinoso exconvento de San Agustín.

Sin embargo, la necesidad de disponer de un espacio más amplio, cubierto y que cumpliera con las nuevas exigencias higiénicas motivó la demolición del convento y la construcción de un mercado, obra del arquitecto castellonense Vicente Traver y Tomás.

Este edificio es el mayor exponente de la arquitectura del hierro en la zona, un estilo muy extendido entre finales del siglo XIX y principios del XX. En su interior puede observarse cómo el uso del hierro permite un amplio espacio diáfano, luminoso y ventilado.

Hoy en día sigue siendo el punto de encuentro preferido por locales y visitantes amantes de los auténticos productos gastronómicos del municipio. Frutas, hortalizas y pescados frescos de proximidad, así como el célebre langostino de Vinaròs, entre otros productos, se comercializan cada día en su interior.